La caracterización de estos períodos y el análisis global que de allí se desprende, nos indican cómo hemos tenido distintos tipos de violencias y cómo ellas han evolucionado, desde la preconizada por los partidos tradicionales y vinculada especialmente al manejo de la burocracia y los intereses en torno al desarrollo del campo..., hasta la contemporánea, donde encontramos el surgimiento de un tipo original de violencias que combinan guerrilla, narcotráfico, narco-guerrilla, paramilitarismo, bandas criminales y explotación ilegal de minería.
En medio de esa evolución, debemos observar cómo ha ido cambiando el equipamiento y el papel estratégico de nuestras fuerzas militares, hasta llegar a la actual confrontación, donde es evidente que el proceso colombiano ha adquirido connotaciones internacionales; las fuerzas militares están mejor experimentadas; y las guerrillas (especialmente las Farc), han recibido cualificadas bajas.
Pues bien, y ¿los demócratas colombianos nos habremos informado adecuadamente sobre cómo debemos actuar hacia el futuro, en medio de esta guerra? ¿no debe ampliarse la cantidad de colombianos apropiadamente enterados de nuestro conflicto armado? Un camino para prepararnos es la relectura actual de un autor chino, Sun Tzu, que conjuntamente con Clausewitz, se constituyen en tratadistas cuyo conocimiento bien vale la pena consultar y aplicar críticamente, para no seguir cometiendo errores garrafales que continúen poniendo en peligro el destino de nuestra institucionalidad.
Repensemos algunos aspectos claves, en torno al texto de Sun Tzu. El Arte de la Guerra es un libro que, habiendo sido escrito probablemente hacia el siglo IV antes de nuestra era, contiene enseñanzas de superior orientación y sabiduría que el clásico de Clausewitz. En trece capítulos (Estimativos, Hacer la guerra, Estrategia ofensiva, Disposiciones, Energía, Debilidades y fortalezas, Maniobras, Las nueve variables, Marchas, Terreno, Las nueve variables del terreno, Ataque con fuego y Empleo de agentes secretos) discurre el pensador y estratega mostrándonos reflexiones, orientaciones, consejos y criterios que nos facilitan practicar el arte de la guerra. Un ejemplo de ellos: “El arte supremo de la guerra consiste en dominar al enemigo, sin combate”.
El texto comentado es el primero que suministra una teoría que contiene serias elaboraciones sobre la estrategia y la táctica de la guerra; y claro, su lectura debe hacerse contextualmente para aprovecharla óptimamente, igual que debemos hacer, por ejemplo, con los aportes de Maquiavelo, John Stuart Mill, Hobbes, Rousseau, Montesquieu, Hegel, Kant, Lenin, Trotsky, Stalin, Mao, Castro, El Che, Sen, Rawls, Nussbaum... y los nuestros de Bolívar, Santander, Nariño, Núñez, Uribe Uribe, López Pumarejo, Gaitán, Alberto y Carlos Lleras, Indalecio Liévano, Jaime Jaramillo Uribe, Luis Carlos Galán, Hernando Gómez Buendía y Luis Jorge Garay...
Ante las circunstancias concretas de la Colombia de hoy, la lectura del libro de Sun Tzu parecería ser necesaria para quienes siendo demócratas y esperando una solución política negociada que construya la paz, deseamos desentrañar aspectos sustanciales de nuestra guerra. Ganar la guerra al narcotráfico, la guerrilla, los paramilitares, sus combinaciones, las bacrim y los explotadores ilegales de minerales, debe ser objeto de una política de Estado, que garantice la supremacía del sistema político democrático colombiano, como ha sido el anhelo ratificado a través de la participación en los procesos electorales colombianos (1982 – 2010).
Se trata de que podamos comprender la complejidad de la guerra para poder enfrentarla con creatividad y responsabilidad histórica. Si revisamos, por ejemplo, los resultados de la zona de despeje de San Vicente del Caguán, observamos que se cometieron dos graves errores: Uno, permitir la participación armada de la subversión; y dos, no contar con la garantía de la cooperación internacional para supervisar el proceso, los compromisos y la posibilidad de ambientar la paz. Hoy, no tenemos dudas respecto de las connotaciones internacionales del conflicto colombiano y del papel decisivo que desempeñará la cooperación internacional en la construcción de la paz, en particular los gobiernos de Noruega y Cuba.
Ahora bien, teniendo en cuenta que el proceso de paz debe enmarcarse dentro del Estado de derecho, resulta útil recordar las observaciones del señor Exfiscal de la República, Gómez Méndez*. “Un proceso de paz tiene que estar totalmente desvinculado de los afanes electorales y de las coyunturas políticas. El proceso de paz no puede ser una estrategia electoral. ii. Tiene que concebirse como un verdadero proyecto de Estado, a mediano y largo plazo. iii. Se debe caracterizar por la claridad en sus pasos y elementos y no por la ambigüedad o incertidumbre en su lenguaje y objetivos. iv. Debe estar ajeno a la expectacularidad, a su monitoreo y reporte diario, la inspección cotidiana que desvía la atención pública hacia un cúmulo anecdotario y lo aleja del examen sobre el fondo del mismo. v. No resulta conveniente que los medios de comunicación conviertan a los comandantes militares de la guerrilla o de las autodefensas en grandes protagonistas, dándole campo ilimitado a la apología bélica, sin anteponer los filtros y cuestionamientos necesarios para que la opinión ciudadana adquiera una percepción equilibrada y objetiva de sus actos y propósitos; y vi. No resulta aconsejable colocar en un plano de igualdad a los factores armados al margen de la ley y a quienes legítimamente actúan dentro del Estado de derecho...”.
Como asunto prioritario del Estado y la sociedad, el manejo de la guerra requiere estudio, consagración, asesoría tecno-política al más alto nivel, recursos eficientes y eficaces, y manejo de estrategia y táctica actualizadas que respondan a las características del proceso colombiano. Continuar con las improvisaciones y la falta de conocimiento histórico de las circunstancias reales, sería fatal para el destino de nuestra democracia *
Y dos preguntas inquietantes: i. ¿Será cierto que han faltado superiores recursos, investigaciones y compromisos universitarios para contribuir a la solución del problema más grave de Colombia, que es la paz? y ii. ¿No será necesario que las universidades organicen dentro de su proceso de educación continuada y postgrados, más debates, talleres, juegos de guerra, seminarios, diplomados, especializaciones, maestrías y doctorados, que permitan tener egresados sólidamente preparados en alto gobierno, el arte de la guerra, la solución de conflictos, análisis político, liderazgo político democrático, gobernabilidad democrática y la construcción de la paz? roasuarez@yahoo.com
*Revista Cambio. Número 380. Oct. 2-9, 2000. pp. 42-43.
Publicado en: http://www.elespectador.com.